Leer la autobiografía de Amartya Sen, “Un hogar en el mundo”, fue entrar a un mundo fascinante por lo desconocido y lejano que nos puede resultar la India, más aún cuando formaba un solo país con Pakistán y Bangladesh y era parte del imperio británico. Posiblemente, el hecho de haber nacido en 1933, unos cuantos años antes de la independencia de la India y de la separación en tres países, hace que a través del libro se perciba el cariño y respeto que profesa Sen a los países a los que considera su hogar.
Sus años infantiles en Daca, Bengala, luego en Birmania, sus estudios de primaria y secundaria en la escuela experimental localizada en Santiniketan fundada por Rabindranath Tagore, poeta visionario bengalí. Esa entidad académica se llamó Visva-Bharati “para la búsqueda de conocimiento del mundo”, sin importar de donde proviniese. También nos cuenta de sus estudios universitarios en Calcuta, luego en Cambridge, Inglaterra, lugares que fueron formando su particular visión del mundo en el que destaca que no tiene un “hogar” exclusivo y declara su respeto por los distintos lugares en que ha vivido.
Más que los múltiples detalles de su rica autobiografía, me interesa destacar algunos elementos ligados a su educación, que dan una idea de los factores que Sen considera relevantes para su desarrollo posterior.
Su primera escuela fue una escuela de misioneros, gestionada por una fundación con sede en USA, una escuela de alto nivel académico y estricta disciplina. Pero, dice Sen, “eso no iba conmigo, yo la encontraba asfixiante y no quería brillar, como insistía su director”. Confiesa más adelante, “me convertí en lo que se podría decir un buen estudiante cuando a nadie la importaba si era o no un buen estudiante”.
Por razones de guerra, su familia se trasladó a Santiniketan, e ingresó a la escuela fundada por Tagore, cuya orientación era notablemente diferente. “El énfasis era fomentar la curiosidad, no la excelencia competitiva, de hecho, se oponían con firmeza al interés por las notas y el rendimiento en exámenes. Disfruté mucho de la acogedora biblioteca de estantes abiertos, con montones de libros y me encantó el hecho de no tener que preocuparme por un rendimiento académico riguroso”.
Tenías, dice Sen, un amplio margen de libertad para elegir qué hacer, “la idea de que ejercer la libertad tiene que desarrollarse al mismo tiempo que la capacidad para razonar fue quedándome clara a medida que avanzaba mi educación en Santiniketan. Si disfrutas de libertad, tendrás motivos para ejercerla. La excepcional importancia de esa combinación -libertad y razón- me ha acompañado toda la vida”.
Sen menciona a sus profesores y la dedicación que cada uno brindaba a sus alumnos, pero también menciona a sus compañeros y los amigos y amigas entrañables que ahí formó, algunos de los cuales lo han acompañado durante muchos años. Destaca en especial las conversaciones con sus abuelos, en especial de sus abuelos maternos.
Es importante destacar que Sen proviene de una familia de intelectuales, su padre era profesor universitario y su abuelo materno, una de las grandes autoridades de la literatura en sánscrito, además de profesor de la escuela Visva-Bharati. Este ambiente representó sin duda, uno de sus grandes activos, parte fundamental de su capital cultural.
No me voy a detener en las páginas, por demás valiosísimas, sobre las creencias religiosas que están en el fondo de la división entre India y Pakistán y tampoco las discusiones sobre las luchas de independencia de la India, en las cuales su familia estuvo muy involucrada. Como dice Sen “en el verano de 1942 más de treinta mil personas estaban detenidas como presos políticos en las cárceles de la India británica. Esa lista de honor como le llamaban incluía a diversos miembros de mi clan familiar”.
Sus estudios de Economía y Matemáticas en la Universidad de Calcuta retratan a un estudiante dedicado a sus estudios, pero fuertemente interesado en las discusiones y debates con sus amigos, amigas, compañeros y compañeros. Este punto aparece como un tema central en la autobiografía de Sen: un debate interminable sobre sus temas de interés, entre otros la desigualdad, la pobreza y cómo la falta de libertades no hace sino extender ambos aspectos.
Fue su interés por conocer y estudiar con destacados economistas como Maurice Dobb y Piero Sraffa, entre otros, lo que lo llevó al Trinity College en Cambridge, Inglaterra. El largo y fructífero camino intelectual recorrido por Sen merece no solo una lectura cuidadosa, sino que ofrece una reflexión interesante sobre lo solo que se sintió muchas veces, cuando sus colegas no se interesaban de la misma manera por su “economía del bienestar” o su “teoría de la elección social”. Aspectos ambos en que resulta fundamental el papel de la discusión y el debate como medios indispensables para “mejorar el alcance de lo que sucede en una sociedad”. Es especialmente esclarecedor el debate entre la elección social y la elección individual. Lo que Sen solo considera posible si se incluyen valores como la equidad y la justicia.
De Cambridge valora especialmente sus conversaciones con Sraffa y en su recomendación, siguiendo a Keynes, de que las partes contrapuestas trabajaran juntas para alcanzar sus respectivas metas, incluso cuando no coincidían del todo, pero compartían objetivos en común. De ahí su afirmación de que “el nacimiento del estado de bienestar estuvo claramente relacionado con el legado de la época de la guerra y en particular con las experiencias y esfuerzos compartidos que hicieron que las personas comprendieran la importancia de trabajar juntas”. Y por supuesto, su defensa de la discusión pública, la que señala fundamental para evaluar el funcionamiento de una sociedad.
Así menciona, “las decisiones sobre asuntos importantes no las debe tomar una sola persona. Deben discutirse entre muchas. La democracia es el gobierno de la discusión, y no solo de la votación”, afirma Sen, no solo para la vida política, sino para evitar las hambrunas y las crisis.
Un aspecto sin duda relevante de la trayectoria de Sen es su afán interminable por aprender, lo que lo llevó a Cambridge, Inglaterra, pero también a Cambridge, Massachussets, Estados Unidos, a la India de nuevo y luego de regreso a Inglaterra. Siempre en constante proceso de debate y discusión, fue a Pakistán, a buscar a su amigo Mahbub ul Haq, con quien formularía el concepto de desarrollo humano, que ha servido de inspiración a muchos gobiernos y economistas.
Como educadora destaco su legado de que la educación no solo es importante para el desarrollo de las personas en forma individual, sino para los países. Su énfasis en la necesidad de desarrollar las capacidades y las oportunidades a las que deberían acceder todas las personas, en un ambiente de justicia y equidad.